DE LA UNIVERSIDAD A LA ESCUELA

“Los gobiernos tienen la obligación de velar por que se alcancen los objetivos y metas de la educación para todos, con resultados duraderos. Para asumir eficazmente esta responsabilidad, han de establecerse asociaciones con una base amplia dentro de cada país, apoyándolas con la cooperación de los organismos e instituciones internacionales y regionales”.
“La educación es un derecho humano fundamental y un elemento clave del desarrollo sostenible y de la paz y estabilidad en cada país y entre las naciones, y por consiguiente, un medio indispensable para participar eficazmente en los sistemas sociales y económicos del siglo XXI, afectados por una rápida mundialización. Ya no se debería posponer más el logro de los objetivos de la Educación para Todos. Se pueden y deben atender con toda urgencia las necesidades básicas de aprendizaje”.[1]



Las principales instituciones universitarias del país cuentan con programas académicos a nivel de bachillerato de psicología, trabajador social orientación y consejería.  Es compulsorio para cada uno de los jóvenes de estos programas tomar el curso de práctica en su último año académico, obviamente en un área seleccionada o aprobada por la propia institución universitaria.  De esta manera, se completan al menos doce (12) horas semanales de servicio comunitario durante todo el año, excepto en el periodo de verano, puesto que el curso de práctica está constantemente activo.  Es de conocimiento común que el servicio que brindan nuestros jóvenes es en promedio bueno y en muchas ocasiones excelente, pues es el producto de un arduo esfuerzo en los estudios de la materia.  Eso es así, aunque no tengan los estudiantes experiencia de trabajo, toda vez que la mayoría de los profesores se preocupan por platicar sus vivencias positivas y negativas con el propósito de que los jóvenes adquieran experiencias de forma indirecta.  Tan positivo es el programa universitario y es tanta la necesidad que tienen los adolescentes de nuestro país, que propongo establecer de manera compulsoria el curso de la práctica de psicología, trabajador social, orientación y consejería en las escuelas públicas de toda la isla, a nivel intermedio y superior.

Es necesario desarrollar un programa de prevención primaria y secundaria a  los fines de reducir la incidencia y perseverancia de la criminalidad que impactan a nuestra sociedad.  El complejo conflicto del uso y abuso de las drogas, la compraventa de armas de fuego y sustancias ilegales, como las matanzas en nuestras calles se debe en primera instancia por la ausencia del verdadero conocimiento de la situación fáctica que comprende tomar la iniciativa de delinquir.  Ello en perjuicio de una medida legitima que, aunque sea al principio de menos provecho, sus consecuencias son mucho menos drásticas y peligrosas.  Es evidente que tal conflicto, también comprende una significativa merma de los valores universales, donde ya no se utiliza la medida de pesos y contrapesos para cuando los intereses de cada uno de nosotros están en juego.  La distorsión de la realidad es el mayor problema cognoscitivo que conduce de manera consecutiva a conductas antisociales.  Por esta razón, una buena intervención de los profesionales de la conducta humana haría una diferencia significativa a corto, mediano y largo plazo en la sociedad, si la misma se realiza de forma consistente.   

Si bien es cierto que el gobierno debe llevar a cabo su función con su propio patrimonio, la situación económica del país no nos permite brindar todos los servicios necesarios para que una sociedad funcione de manera eficaz. El Departamento de Educación ni siquiera recibe los fondos suficientes para pagar los salarios de nuestros maestros y conserjes de las escuelas públicas, con menos razón aparecerá dinero para pagarles a los profesionales de la conducta humana.  No obstante, la falta de dinero no debe ser óbice para desproveer a nuestros adolescentes de las herramientas necesarias para una sana convivencia, cuando existen muchos jóvenes talentosos que pueden cooperar con esta justa causa y a su vez, obtener un crédito por ello.  Continuar lamentando lo que pudimos haber hecho nunca ha sido suficiente.  Debemos buscar alternativas viables para solucionar los conflictos que nos atañen en la actualidad y que continuarán aumentando, si no tomamos medidas eficaces. 

El Estado puede utilizar su poder bajo el escrutinio estricto para imponerles a las instituciones educativas universitarias privadas como públicas, la instrucción de que cada persona que se matricule en un curso de práctica, realice la misma en una escuela pública. No obstante, esta medida podría resultar ser un poco onerosa para las instituciones como para los jóvenes universitarios que interesan realizar su práctica en un lugar distinto al predio escolar.   Ante tal situación, el gobierno podría incentivar a tales estudiantes de varias maneras.  Puede por ejemplo, ofrecer certificaciones o puntos adicionales que los coloquen en una mejor posición al momento de solicitar un empleo o ingresar a una institución para continuar estudios graduados.  También puede catalogar el programa como una experiencia de trabajo y no como un mero requisito institucional.  Tomando en consideración de que no toda labor necesariamente debe ser compensada y mucho menos retribuida de forma económica.  Esto último de por sí ha generado varios obstáculos, puesto que son muchas las personas que no cooperan para una justa causa ante la ausencia de algo a cambio.  Formándose de esta manera una sociedad cada día más superficial, materialista y egoísta. 

Trabajar y legislar a favor del bien común no es tenerle compasión a los menos desafortunados o peor aún ignorarlos, sino buscar de manera diligente las alternativas eficaces que están en nuestro alcance. No es justo echar a la suerte a los jóvenes adolescentes que tienen o puedan tener conflictos  con tan compleja que es la vida.   No olvidemos que la adolescencia es la etapa más difícil del ser humano. Lo único que estamos haciendo es formando una sociedad con mayor pobreza espiritual.  “Todo persona tiene derecho a una educación que propenda al pleno desarrollo de su personalidad y al fortalecimiento del respeto de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales.”[2]







[1] Foro Mundial sobre la Educación. Marco de Acción de Dakar. Educación para Todos: cumplir nuestros compromisos comunes. Dakar, Senegal, 26-28 de abril de 2000.
[2] Constitución del Estado Libre Asociado de  Puerto Rico, art. 2, sección 5

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